Duermen en nuestras camas, comparten nuestros selfies, tienen su propia cuenta de Instagram y a veces hasta… un cumpleaños con tarta personalizada. Nuestras mascotas ya no son sólo compañeros: son nuestros compañeros de habitación, nuestros confidentes, nuestros bebés peludos (o emplumados, o escamosos). Sin embargo, un estudio destaca un fenómeno que muchas personas desconocen: ¿qué pasa si nuestro amor abrumador por los animales no siempre es tan saludable como pensamos?
El barómetro FACCO-ODOXA 2024 revoluciona el panorama. Según este informe, el 61% de los franceses tiene un animal de compañía. Perros, gatos, conejos, cobayas, periquitos, peces de colores: en el país hay más de 75 millones de los llamados animales domésticos. Es muy sencillo: somos más los que nos acariciamos la nariz que los que vamos a votar.
¡Y amamos a nuestros animales! Tanto es así que los colmamos de atenciones, regalos, palabras dulces y caricias. Hasta ahora, todo bien. El estudio también muestra que el 85% de los propietarios cree que su mascota mejora su salud mental. Hasta ahora es una situación en la que todos ganan, ¿verdad? Además, el 26% de los encuestados admite depender emocionalmente de su mascota. Y aquí la cosa se pone un poquito más peluda.
El problema no es el amor: amar es bello, es fuerte, incluso es vital. Pero cuando este amor se vuelve exclusivo y se convierte en un único pilar emocional, las cosas pueden estancarse. El estudio señala que algunas personas, especialmente las personas mayores, los jóvenes con dificultades y las personas que viven solas, desarrollan una forma de codependencia emocional con sus mascotas.
Imagínate: cancelas una cena con amigos porque tu gato te mira con tristeza. Entras en pánico después de dos horas en casa de tu tía porque extrañas demasiado a tu perro. Te niegas a confiar tu conejo a nadie, incluso en caso de emergencia. Ya no es apego, es una mini prisión emocional... con barrotes en forma de bigotes.
Según los expertos entrevistados, este vínculo ultrafusional puede agravar -o incluso desencadenar- ciertos trastornos psicológicos. El hiperapego puede acentuar los síntomas depresivos, mantener la ansiedad o alimentar el aislamiento social existente. Y cuando el único vínculo emocional fuerte que tenemos es con un animal... la más mínima separación (hospitalización, vacaciones, muerte) se convierte en un cataclismo.
Y no es sólo un problema humano. Los veterinarios también están dando la voz de alarma: el hiperapego también puede provocar ansiedad, estrés e incluso agresividad en tu mascota. Y ahí, estamos lejos de la vida de ensueño juntos que habíamos imaginado.
No te asustes, no se trata de hacer que la gente se sienta culpable por llamar a su perro "mi querido bebé". A continuación se presentan algunas pequeñas señales, identificadas por los investigadores, que pueden indicar un apego demasiado intenso:
Una vez más, no se trata de señalar con el dedo. Es simplemente una oportunidad para hacerte las preguntas correctas, con gentileza y amabilidad.
El vínculo con un animal puede ser una inmensa fuente de felicidad, estabilidad y consuelo. Pero como cualquier conexión, merece ser equilibrada. Los profesionales recomiendan algunas acciones sencillas para mantener la relación sana y pacífica:
También es fundamental recordar que tu gato o perro, por maravillosos que sean, no se inscribieron para convertirse en tu único apoyo emocional. Necesita libertad, exploración, interacciones variadas. Él te ama, sí, pero también necesita ser… un animal, sencillamente.
Tu amor por tu mascota es hermoso. Habla de ternura, de necesidad de afecto, de un admirable sentido de responsabilidad. Pero como en cualquier relación, siempre se puede encontrar un punto medio. La idea no es frenar este amor, sino airearlo, diversificarlo, enriquecerlo aún más dejando espacio también a otras conexiones, humanas o no. Porque en el fondo, amar demasiado no significa necesariamente amar mejor.
2025-04-18T07:20:52Z